Durante la exposición al sol, los rayos UV ayudan a secar las imperfecciones. Sin embargo, poco después de la exposición solar, estimulan una producción excesiva de sebo, lo que provoca la obstrucción de los poros, dando lugar a la aparición de granos y espinillas.
El sebo producido permanece bajo la piel y las bacterias se multiplican. Pocos días después, es muy probable que se produzca un brote de acné denominado efecto rebote.
Como el efecto rebote no es visible al instante en la piel con tendencia al acné, a menudo se subestima. Cada verano, los dermatólogos advierten a sus pacientes de los riesgos de la exposición al sol para la piel grasa. Para evitar los brotes, hay que protegerse del sol con un protector solar adaptado a la piel grasa o con tendencia acneica.
Además, el sol puede intensificar las cicatrices del acné y oscurecer las marcas, ya que los rayos UV son responsables de la hiperpigmentación. Si estás tomando medicación o usando tópicos contra el acné, tu piel está más sensible y se quemará más rápido. En este caso, es muy importante que te protejas la piel del rostro todos los días, ya que los rayos UVA y UVB pueden dañar tu piel sensibilizada y provocar la aparición de granos. No olvides que estás expuesta a los rayos UV durante todo el año, no sólo cuando hace calor.