¿Una mancha roja que pica? “¡Quizás sea eccema!” Muchos de nosotros hablamos sobre el eccema sin saber realmente qué es.
Esta afección cutánea describe varios tipos que no tienen las mismas causas, ni requieren el mismo tratamiento.
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¿Una mancha roja que pica? “¡Quizás sea eccema!” Muchos de nosotros hablamos sobre el eccema sin saber realmente qué es.
Esta afección cutánea describe varios tipos que no tienen las mismas causas, ni requieren el mismo tratamiento.
Para los dermatólogos, los tres tipos de eccema son lo que se denominan en realidad “dermatitis”: dermatitis atópica (o eccema atópico), dermatitis de contacto irritativa (eccema de contacto irritante) y dermatitis de contacto alérgica (eccema de contacto alérgico).
Si bien los tres tipos de eccemas se parecen entre sí cuando brotan, se trata de patologías distintas. ¡Aquí tienes nuestra guía para comprenderlos!
El eccema atópico es una enfermedad crónica y cíclica de la piel muy seca. No se trata de una afección grave ni contagiosa, pero es capaz de afectar seriamente la calidad de vida. Tiene tres fases que pueden extenderse durante semanas o meses:
Se caracteriza por la aparición de manchas rojas y ásperas en cara y/o cuerpo, así como irritación y picor. Se producen pequeñas ampollas llenas de líquido a lo largo de cada mancha. La sensación de picor suele ser intensa y provoca un rascado incontrolable. Una vez las manchas supuran y sangran, pueden infectarse. En la mayoría de casos, los especialistas recomiendan esteroides tópicos, con los que las manchas se acaban secando y desapareciendo gracias al tratamiento.
La piel vuelve a su estado “normal”, lo que significa sequedad, tirantez e incomodidad. La piel puede descamarse en algunos puntos y mostrar líneas blancas y aspereza.
Semanas o meses más tarde, se produce un nuevo brote, sin que esté vinculado a una causa en específico. El ciclo vicioso comienza de nuevo.
Durante los brotes, el picor puede tener un gran impacto en la calidad de vida: irritabilidad, problemas para dormir, cansancio, preocupación por cómo te ven los demás… Derivando incluso en problemas psicológicos.
La dermatitis atópica puede tener dos causas: una predisposición genética o factores ligados al medio ambiente y estilo de vida.
Es importante tratar el eccema atópico lo antes posible, ya sea en el caso de niños o de adultos. Los dermatólogos juegan un papel clave prescribiendo tratamientos efectivos para mejorar la vida diaria de los pacientes. La prioridad a corto plazo se centra en aliviar la picor y, a largo plazo el objetivo es espaciar los brotes.
Cuidado emoliente para hidratar la piel y aportar lípidos
Esta es la forma más simple y básica de prevenir los brotes. Si tu piel es atópica, es importante aplicar un emoliente especialmente formulado para tu piel, por todo el cuerpo, dos veces al día. La aplicación diaria alivia el picor. A largo plazo, hidrata la piel y aporta los lípidos que faltan para restaurar la función barrera y espaciar los brotes.
Asegúrate de usar también un limpiador suave que no irrite la piel, como un aceite de ducha. Por último, ten cuidado con los productos cosméticos que utilizas, ya que pueden hacer que tu piel reaccione.
Cremas bajo prescripción médica
Cuando tu piel sufre brotes, es necesario que sigas aplicándote tu crema hidratante, además del tratamiento médico prescrito para las zonas rojas y que pican, tan pronto como aparezcan los primeros síntomas. Con cada nueva aplicación, las manchas mejoran y su tamaño disminuye, así como la cantidad de esteroide tópico que se aplica.
Al reducir gradualmente la cantidad que se echa, se evita el efecto rebote cuando se detiene el tratamiento. En términos generales, los efectos secundarios provocados por el uso de corticosteroides tópicos durante la dermatitis atópica suelen ser raros, siempre que se sigan correctamente las instrucciones del médico.
Buenos hábitos
Si quieres saber más, lee nuestro artículo Soluciones que facilitan la convivencia con eccema atópico.
La dermatitis de contacto irritante representa el 80% de los eccemas de contacto (irritantes y alérgicos). Es difícil saber cuántas personas padecen dermatitis de contacto irritativa, ya que muchas no consultan a un médico. Incluso aunque la mayoría de veces no se detecte, se estima que entre el 2 y el 10%1 de la población se ve afectada, sin distinción de género. La dermatitis de contacto irritante es responsable del 95%2 de las enfermedades cutáneas. Algunas personas sufren eccema atópico y de contacto a la vez.
En la dermatitis de contacto irritativa, la piel reacciona tras entrar en contacto con un agente irritante específico: un producto cosmético, químico, medicación… En este caso se le denomina dermatitis de contacto irritativa porque la reacción puede estar ligada al tacto o frotamiento con el agente irritante durante cierto período de tiempo. No se trata de una alergia y tampoco es contagiosa.
A menudo, este eccema afecta a cara y manos. Los síntomas clásicos varían dependiendo de a qué es más sensible cada persona: desde piel seca hasta enrojecimiento, hinchazón, pequeñas protuberancias, manchas rojas, ampollas, escozor, ardor y picazón… Cuando la afección se vuelve crónica, la piel puede volverse más gruesa, descamarse y desarrollar grietas.
La reacción del cuerpo a ciertos factores irritantes está relacionada con una barrera cutánea defectuosa. La reacción ocurre unas horas después de la exposición y se limita al área exacta que estuvo en contacto.
Aquí encontrarás algunos ejemplos de irritantes que pueden desencadenar eccema de contacto irritante. Ten en cuenta que la reacción siempre será mayor si además existen factores físicos agravantes, como el roce, el frío o el calor.
Uno de los tipos más conocidos de dermatitis de contacto irritativa es la “ la exposición a productos de limpieza y detergentes. Suele ocurrir en contextos domésticos y profesionales, sobre todo en ámbitos de cuidado y salud. Algunos trabajos también presentan mayor riesgo de dermatitis de contacto irritativa:
Limpia el área afectada con un producto suave lo antes posible. Consulta a tu médico si tienes una reacción fuerte.
La dermatitis de contacto alérgica es mucho más rara que la dermatitis de contacto irritativa. Representa aproximadamente el 20% de los casos de eccema de contacto.
Los síntomas son muy similares a los de la dermatitis de contacto irritativa: enrojecimiento, hinchazón, protuberancias, manchas rojas, quemazón, picor intenso; además la piel se vuelve más gruesa y se forman grietas y fisuras.
En otras palabras, es posible no tener una reacción durante muchos años de exposición a un alérgeno específico y de repente tener un brote de eccema.
La reacción ocurre en el área de tu piel donde se generó el contacto, generalmente de 24 a 96 horas después. Los síntomas pueden surgir más tarde y extenderse a un área más amplia, incluso en otras partes del cuerpo. La calidad de vida puede verse afectada debido al picor y la incomodidad.
Los dermatólogos suelen decir que el eccema irritante es el punto de partida al eccema alérgico, ya que ambas formas de eccema son muy similares. A través de la exposición repetida a un alérgeno, el eccema irritante se convierte en eccema alérgico. El cuerpo se sensibiliza, provocando una reacción inmunitaria, incluso a niveles muy bajos del alérgeno.
La ubicación del eccema puede ayudarte a identificar su causa:
Champús, tintes, productos de peluquería…
Cosmética, productos de higiene, tratamientos tópicos, protector solar, perfumes…
Maquillaje, colirio, esmalte de uñas (ya que nos tocamos los ojos más de 100 veces al día sin darnos cuenta)...
Pintalabio o bálsamo labial, dentífrico…
Bisutería, esmalte de uñas, perfumes…
Ropa interior…
Tiritas, pegamento para zapatos, calcetines…
Piensa en todo lo que tocamos durante el día, ¡la lista es muy larga!
Como en el caso anterior, algunos trabajos tienen mayor riesgo de desarrollar dermatitis de contacto alérgica:
Productos químicos, tintes para el pelo, esmaltes y perfumes…
Hormigón, cemento, cola, pintura, barniz…
Lavado frecuente de manos, productos químicos, medicación, guantes de látex, cola para yesos, prótesis…
Harinas, especias, aromas…
Pinturas, lubricantes, cauchos, aceites industriales, disolventes…
Pesticidas, fertilizantes...
Si crees que puedes padecer dermatitis de contacto alérgica, consulta con tu médico, que podrá recetarte un tratamiento tópico adaptado. En una etapa posterior, también debes consultar con un alergólogo o dermatólogo especializado para realizar una evaluación de alergias. El objetivo es identificar a qué ha reaccionado tu piel para evitar al máximo el contacto con el desencadenante en el futuro.